Soy la hija e´ mi mama: una víctima de mí misma y de las palabras; obligada a escribir como método de supervivencia. Las palabras me carcomen las vísceras, son como un cáncer. Escribir es contrarrestar la hiel, es abrir un agujero en la boca del estómago para que las palabras afloren, para que dejen de quemarme por dentro.
miércoles, 28 de abril de 2010
Ojos Verdes (Autor A.L)
Hoy recibí este regalo que me hizo muy feliz. Gracias A.L
Podría hablar de sus ojos verdes,
pero no puedo si no pensar en su mirada;
mirada ajena al mundo,
mientras conquista, brava, al ensueño.
Podría hablar de su sonrisa,
entonces mi mente se desvía a pensar en su risa;
risa de niña que despierta
con taquicardia a mi niño interno.
Podría hablar de su silueta,
en cambio prefiero hablar de ella;
ella celeste que contrasta e
n el lienzo saturado de marrón.
Podría hablar de sus ojos verdes,
pero no puedo si no pensar en su mirada.
PD: también me acorde que odiás a los gatos porque sos gata...
viernes, 23 de abril de 2010
La memoria de los peces
Se cree que los peces poseen una memoria a largo plazo tan corta que les permite no aburrirse viviendo en peceras.
Los peces no pueden recordar cosas que pasaron hace mucho tiempo y, por ende, todo se les hace nuevo.
Me da la impresión de que la vida es un museo de recuerdos y creo que a veces, como diría Juan Luis Guerra, “quisiera ser un pez” y dejar de recordar.
Sin embargo, pienso que los recuerdos son males necesarios para la vida y que, a decir verdad, no todo son malos recuerdos. Por ende, no valdría la pena olvidarlo todo.
Como permitirse olvidar una puesta de sol desde un rascacielos en México?, o un amanecer en Buenos Aires?, o el día que nació mi hermana menor: la tarde mas hermosa de mi vida.
Recordar es amar en cierto modo, amar el tiempo pasado, el tiempo vivido.
¿Te ha pasado?
¿Te ha pasado que estás en el lugar indicado, con la persona indicada, en el momento preciso y con esa canción sonando de fondo?
¿Te ha pasado sentir miedo?
¿Te ha pasado que abiertos los labios, los brazos y el alma te encuentras preguntándote a ti mismo si debes o no ceder?
¿Te ha pasado no saber qué hacer?
¿Te ha pasado que aspiras su aroma y te haces el duro y buscas esconderte para no sucumbir?
¿Te ha pasado mentirte a ti ?
¿Te ha pasado que en cada sonrisa y en cada mirada encuentras palabras?
¿Te ha pasado que al irse todo se esfuma menos su presencia?
¿Te ha pasado que levantas muros y abres puertas (que es casi lo mismo que cerrarlas), le bajas a la música y pides disculpas?
¿Te ha pasado que escribes, que cantas?
¿Te ha pasado que estás en el lugar indicado, con la persona indicada, en el momento preciso y te levantas y te vas?
¿Te ha pasado?
A mi me pasó ayer, y hoy, y aquel día junto al árbol de aguacate, y cada vez que enciendo la radio, y cada vez que pasó junto a tus plantas de café.
jueves, 8 de abril de 2010
Me dueles
Me dueles en la cocina y a la hora de comer. En las carnes, en las pastas y arroz a fuego de mar.
Me dueles en los cuatro puntos cardinales de mi casa, de mi patria y de ese casón viejo lleno de fantasmas que te asustan.
Me dueles en los autobuses y en los taxis, y en todas esas calles con Sanchos y Quijotes.
Me dueles en las tiendas de camping y en sleepings y en sábanas de colores.
A veces, pero solo a veces, me dueles en las paredes y en los papeles escritos.
Me dueles cada mañana y, por supuesto, cada noche estrellada en donde bailan las estrellas: “Las ves Rose, como bailan”…
Me dueles en las lunas de mar, en las lunas de ciudad y en mis lunas. Los soles se fueron contigo.
Me dueles intensamente en los desayunos para dos, en el albahaca.
Me dueles en cada uno de los hombres que miro y en las canciones mexicanas y argentinas. Me dueles mucho en Fito.
Sin embargo, aunque me duelas, cada vez me dueles menos. Es quizá porque cada vez me dueles un poco más adentro, en ese lugar recóndito de la memoria y de las cosas que poco a poquito se van olvidando.
El día que ya no me duelas me voy a poner triste porque será como dejar de sentir. Es que de nuevo me hiciste sentir, aunque fuera dolor, pero sentir.
miércoles, 7 de abril de 2010
El valor del trabajo
Las paradas de autobús empiezan a llenarse de gente y en las calles el tráfico no se hace esperar: cientos de autos llenan las vías.
Son las siete de la mañana.
“Los lunes ni las gallinas ponen” se escucha decir, y en medio de saludos y bromas los trabajadores empiezan su jornada laboral.
Esta es la realidad para algunos, más no para los 212 millones de personas que, según la Organización Mundial del Trabajo, se encuentran desempleadas.
Mientras hay quienes sí cuentan con un trabajo, a veces no valorado, otros quisieran tener acceso a una fuente de ingreso económico.
Cuando uno tiene todas las cosas que necesita cree que la vida de los otros es como la de uno y que, por ejemplo, los pobres son pobres porque así lo han decidido, porque son vagos o porque no les gusta trabajar. Sin embargo, la verdad es otra.
Muchas personas se quejan por tener que levantarse un lunes a las 5 de la mañana para irse a trabajar pero ignoran otras realidades.
Realidades como que, sólo en Costa Rica, hay mil pancitas vacías que también despiertan a eso de las cinco de la mañana los lunes y que permanecerán así, vacías, por falta de un trabajo que les permita ser llenadas.
Quien no valora su trabajo no valora el hambre de quienes no corren con la misma suerte de contar con uno.
He llegado a la conclusión de que la causa de la pobreza es la ignorancia y al hablar de ignorancia no me refiero a un déficit educacional. Con ignorancia me refiero a la falta de acercarse a experimentar otros mundos, distintos al de uno, para así valorar el propio y no subestimar la pobreza.
Trabajar: un sueño
Un joven adinerado, voluntario de una organización que construye viviendas de emergencia para personas que viven en pobreza extrema, le preguntó la semana pasada a una señora jefa de hogar en un precario de Nicaragua cual era su mayor deseo.
La señora le dijo que su mayor anhelo en la vida era conseguir un trabajo. Esta señora no soñaba con ganar la lotería o tener un carro último modelo, ella soñaba con tener un trabajo.
Hoy en pleno siglo XXI, hay quienes soñarían con ser acreedores de un derecho que, según la Declaración Universal de Derechos Humanos, es inherente a todo hombre y mujer: el derecho al trabajo.
El artículo 23 de esa declaración afirma que “Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo”.
No obstante, según el decimoquinto informe del Estado de la Nación, vivimos en un país donde existen desigualdades de acceso al empleo, se incrementa el deterioro en el acceso a ingreso digno, y, como esto fuera poco, casi 600.000 personas reciben menos del salario mínimo.
Poner la economía al servicio del ser humano
Hace más de 10 años, en junio de 1996, el presidente de Francia Jacques Chirac dijo en una Reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo realizada en Ginebra, que era preciso poner la economía al servicio del ser humano y no a la inversa.
Según Chirac, es necesario buscar las condiciones adecuadas para un crecimiento sostenido y generador de empleo donde se aprovechen al máximo las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías.
Está claro que la economía de girar en torno al bien de la humanidad y de su crecimiento, pero también debe haber un concientización por parte de los trabajadores acerca del valor del trabajo.
El trabajo, más que un derecho, debe convertirse en la razón para despertarse feliz cada lunes a las cinco de la mañana y darle gracias a la vida por ser una pancita llena y no una en un millón, vacía.
Cenizas
martes, 6 de abril de 2010
Ojos
Ojos transparentes
Ojos claras de huevo
Lagañas en los ojos
Ojos de buey
Ojos de piña
Ojos tras un cristal
Ojos culo de botella
Ojos somnolientos
Ojos enamorados
Ojos aun cerrados al alba
Ojos abiertos al dormir y baba en la boca
Ojos artificiales
Ojos verdes, cafés, negros, azules y rojos
Ojos bizcos
Ojos ventanas
Ojos piel, ojos alma
Ojos que brillan en la oscuridad
Ojos de lluvia, ojos de sal
Ojos canicas
Ojos tuertos
Ojos debajo de las cejas
Ojos nariz en medio
Cíclopes de un solo ojo
Y tus ojos: ojos que ya no miran
y que se pasean por las calles
en pleno sol de abril
a la espera de las lluvias de mayo