martes, 3 de agosto de 2010

Velar a un vivo

Velar a un vivo, rezarle los nueve días y dejarle vasos de agua con trapitos adentro.

Amar a un muerto y tolerar cada una de sus apariciones. Perdonarle que te jale las patas.

Abrazarse a la muerte y hacerle el amor. Darle besitos por la noche y oler el azufre que emana de sus axilas.

Tener en la sala una veladora siempre encendida por esa ánima que no, no andaba de parranda: estaba muerta.

Vestirse de luto un día o dos por respeto al muerto.

Seguir creyendo que esta vivo!... Darle el beneficio de la duda.

Pasársela en el purgatorio sin saber, a ciencia cierta, si se va al cielo o al infierno. Vaya indecisión.

Fumarse un cigarro con su ausencia, que va siendo casi lo mismo que fumárselo con su presencia.

Ignorar si el muerto mismo ignora su propia muerte o si su muerte es simple y llanamente neurológica.

Ignorar que es martes (buen día para morirse) y hacer como si fuera, digamos, jueves, y tomarse una cerveza con el panteonero y celebrar la vida del muerto.

Creer vivo al muerto. Si, creerlo vivo! Y esperar a que regrese de ese letargo, estilo Breuer, en que la muerte lo consume.

O hacerse valer y solo decir “que descanse en paz” (en este caso lo de la cerveza también aplica).


neNe

Ser una mujer







Ser una mujer a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce.

Ser una mujer compuesta por una pizca de sal, otra de azúcar, un rostro y lágrimas… y otra, y otra.

Ser una mujer cruzando la calle o caminado por la acera, distraída y por poco atropellada.

Ser una mujer en otro mundo.

Ser una mujer un martes o un viernes esperando que canten la lotería. Serlo un domingo.

Ser una mujer inyectada, inyectada los tres de cada mes, y luego el otro mes, y luego el mes siguiente: inyectada.

Ser una mujer crepuscular: que no es lúcida lúcida pero tampoco oscura, que es simplemente sombría.

Ser una mujer que murió y no se dio cuenta, que nació y no le dijeron, que vive sin saberlo o, quizá, lo ignora adrede.

Ser una mujer pre menstrual antes de la regla y post menstrual pocos días después.

Ser una mujer que llora por cosas ineludibles, sintiéndose mujer por todos lados: porque solo las mujeres lloran.

Ser una mujer soluble en agua, en ácido, en cerveza y en vino tinto pero, sobre todo, en almíbar: dulce.

Ser una mujer que cantaba, bailaba y recitaba. Ser una mujer que quiere cantar, quiere bailar y volver a recitar.

Ser una mujer amarillo-redondo… amarillo-redondo.

Ser una mujer insípida, que ama y le asusta y por eso prefiere, a veces, no amar. Pero lo intenta.

Ser una mujer que quiere salir a flote: mujer barco de papel, mujer boya de mar.

Ser una mujer que no sabe nadar y por eso se ahoga en llanto.

Ser una mujer bandera, escudo y hasta guerrilla.

Ser una mujer amada y odiada.

Ser una mujer de 1.57m, cabellos castaños y ojos verdes: nunca 90-60-90; más bien flacucha y escurrida por una infección en los intestinos, mareos, vómitos, diarrea, fiebre, dolor de cabeza y abdominal de hace una semana.

Ser una mujer sin sombrilla caminando bajo este aguacero y oyendo un tuuu-silencio-tuuu-silencio-tuuu-silencio-tuuu-silencio-tuuu-contestadora del otro lado.

Ser una mujer que ignora los puntos cardinales, sin rumbo y sin sentido. Sin norte.

Ser una mujer latido.

Ser una mujer que lo único que quería era volar.

Ser una mujer.


neNe

Supe que era él

Supe que era él, el verdadero él, cuando lo olí. Cuando repasé con mi nariz cada espacio de su cuerpo desnudo, cada pliego de piel. Y sí: olía a hace un mes, a hace un día, a hace una vida... entonces supe que era él y que lo amaba.


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