martes, 12 de mayo de 2009

Un sueño que tuve y me levanté a escribir

Y papá que aún cree que puede seguir engañándome con esa historia de un libro que escribía el tío Juan mientras dormía y que cada mañana, cuando despertaba, amanecía un poco más completo.

El tío Juan es músico y lee las cartas. Vivió con una muchacha joven, el amor de su vida, a quien quiso desmesuradamente pero la mala vida, el alcohol y las drogas la alejaron.

Ella estaba embarazada y, aunque no se lo había dicho, el lo sospechaba.

Pero una tarde llegó a su casa y ella ya no estaba, se había ido y solo dejó el libro del tío Juan tirado el baño.

Un día saliendo de un bar y bajo la lluvia, su padre, mi abuelo, diviso a lo lejos a una chica con uniforme de colegio, con los ruedos recogidos para no mojarlos, sosteniendo una sombrilla con una mano y un bebé en su otro brazo. Era Ana que al ver a don Paco, quedó impactada y se detuvo para salir corriendo un segundo después.

Mi abuelo se lo contó a mi tía y ella decidió decírselo a su hermano. Ella subió las escaleras y lo miró sentado en su escritorio.

Mi tía se tiró en la cama de Juan y se atacó a llorar, le dijo que el era demasiado callado y que por eso ellos nunca sabían lo que pensaba o lo que sentía y que además, por su mal carácter, prefieren ocultarle las cosas.

Le dijo también que comprendía a Ana por querer irse y dejar esa muerte que el le ofrecía por vida pero nunca podría entenderlo a él quien, a pesar de amar esa mujer como a nadie, no había tenido valor para buscarla y traerla de nuevo a su lado.

“Papá vio a Ana el otro día, le dijo, ella caminaba bajo la lluvia con un niño en brazos”

Mi abuelo


Su mirada pensativa y sus 2 manos agarrando los barrotes… El no estaba ahí, se había ido desde ese 2 de enero para ya jamás regresar.

Su calzado ya no es el mismo. Sus rudimentarias botas ya sin cordones y una que otra mancha de pintura son solo vestigios de una vida con más color.

En Costa Rica, en Alajuela y en medio de marzo hallé a quien una vez fuera mi abuelo, padre de mi padre.

Construiste tu propia cárcel, la rodeaste de barrotes, de muros irrompibles y cerrojos sin llave… ni una sola llave.

Aún recuerdo cuando de niña te dibujaba en hojas blancas y las llenaba de bolas verdes que simulaban ser los limones del árbol que había plantado en el jardín, ese jardín que ya tampoco está.

¿Como pintarte hoy? Cómo describir mediante trazos lo que eres si ya no estás.
¿Cómo llenar de líneas un espacio donde solo caben los recuerdos de una vida pasada?