En 1859, el científico inglés Charles Darwin publicó un trabajo que se convirtió en una de las obras de literatura científica más importantes de la historia: El origen de las especies.
En esa obra Darwin indica, bajo el concepto de la selección natural, que la naturaleza selecciona a las poblaciones más aptas para la supervivencia en determinado ambiente y descarta a las menos aptas.
Habría que preguntarle al mismo Darwin si hoy, 151 años más tarde, considera que la Tierra está poblada de aptos.
Más aún, deberíamos pedirle que, haciéndole un favor a la ética, agregue un epígrafe entero referente al hombre.
En lo que a mi respecta, Darwin obvió hablar específicamente de los seres humanos en su estudio porque sabía que el mismo es una animal atípico y que darle un capítulo entero a éste podía costarle lo científico de su investigación.
El mal uso de la razón
El hombre es un animal y por ende, no difiere de los demás animales que habitan la Tierra más que por su capacidad de razonamiento.
La inteligencia del hombre es el motor de la creación de medicinas para la cura de enfermedades, de edificaciones para resguardarse y de vehículos para el transporte.
Sin embargo, esa razón, inherente a los seres humanos, se ha convertido en la madre de todos los vicios que el animal hombre acarrea.
La capacidad de crear armas biológicas, de contaminar su ambiente y de matar a los otros animales con quienes debería, en buena lógica, vivir en armonía han sido provocados por un mal uso de la razón.
En diciembre del 2007 la Revista Iberoamericana de Sostenibilidad aseguró que, actualmente, sólo cinco especies de tigre sobreviven en el mundo y que todas se encuentran en alto peligro de extinción.
La revista indicó que algunas de las poblaciones del tigre de Bengala, el del sur de China, el de Indochina, el de Sumatra y el tigre del Amur en Siberia están predestinadas a extinguirse en los próximos 50 años.
Por su parte, la capa de ozono continúa seriamente amenazada y no se ven mejoras desde la promulgación del Tratado de Montreal.
El agua y el sol dejaron de ser recursos inagotables desde hace muchos años y, sin embargo, el desperdicio y mal uso de los recursos y de la razón no se detiene.
¿El fin justifica los medios?
Las comodidades de la vida actual y los cambios que el mundo ha sufrido desde los inicios de la industrialización le están pasando la factura a la Tierra y están acabando con las especies.
Quienes creen que solo los tigres se extinguen están errados. Aquellos que suponen que solo la capa de ozono se llena de agujeros pero empiezan a sentir más calor que antes deben dejar de hacerse los desentendidos.
Preguntarse si el fin justifica los medios no vale hoy.
Debemos cambiar los medios en busca de un mismo fin: que nuestras especies no se extingan y que el ser humano mismo perdure.
El ser humano, racional, debe aplicar ya otras alternativas de vida en común unión con la Tierra, con los otros animales y consigo.
Si eso no sucede pronto, hará falta Darwin para escribir El fin de las especies.
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