domingo, 30 de noviembre de 2008

Mal país en el circo - - - Viernes 13 de julio, 2007


No me importó que no hubiese terminado el examen de sociología que debía entregar por la mañana, después de todo, que cosa era más social: sentarme a escribir sola en el cuarto que Sonia usurpó desde que me fui a trabajar al hotel o bailar y cantar en medio de todos los que, como yo, tenían muchas cosas pendientes para la mañana siguiente y les valió mierda e igual fueron.

Chito llegó por nosotras a las nueve, puntual como siempre. Yo aún no estaba lista, también como siempre.

Hace tanto que no salía con mis dos hermanas…

Nos alegró ver el gentío en las afueras del circo cuando llegamos, pues era una obra de bien social: Un techo para mi país. Lo que no nos dio tanta gracia fue enterarnos de que ya se habían acabado las entradas del palco frontal y tener que conformarnos con verle, durante todo el concierto la espalda a Tapao´ Vargas, cubierta por su larga cabellera negra a la que no le iría mal un cortecito, dijo Nana apenas lo vió.

Le agradecimos mucho a Iván, quien iba y venía con su violín, de acá para allá en el escenario y de vez en vez se paraba frente a nosotros a tocar… ¡que buenos solos!... mejor no pudo haber sido.

La mujer que se balanceaba en una tela blanca al inicio del concierto cautivó la atención de todos con su perfecto y artístico equilibrio.

Ahí estaba Katia, a la que no le dirigía la palabra desde que vivíamos juntas en Flamingo y a ella se le ocurrió poner aire acondicionado en su habitación y yo terminé pagando los ciento veinticinco mil de luz que vinieron ese mes. Pero ni ciento veinticinco mil impidieron que nos diéramos un abrazo y entonáramos La Vieja a grito pelado.

Y lo de la ropa, ta ta ta tan: Nadie se esperaba que salieran a tocar todos vestidos de payasos y gente de circo.

Fui la primera en levantarse con Son inú, Chito debía creer que estaba loca pero no me importaba, yo quería bailar y eso era todo. Al verme, la gente tras de mi empezó a levantarse, y así el circo entero. Cuando el solo de marimba de la introducción dejó de sonar para empezar con la letra de la canción ya éramos varios locos al ritmo de ese son.

Fidel cantaba y con él nosotros. Talvez él no lo sabía pero su voz daría techo a muchas familias que quizá, esa misma noche esperaban el fruto de su canto bajo la lluvia.

Cuando paró la música yo seguía bailando, ¡quien pudiera contener tanta energía! Chito, que nunca los había escuchado antes, compró todos los discos y hasta una camiseta para él y otra para mí.

Antes de irnos, llamé a Fidel y le dije: “Sería usted tan amable de tomarse una foto conmigo, es que se ve tan lindo con ese traje de payaso”, a lo que él contestó: “Claro mujer, aprovecha ahora que me veo guapo, lo feo reaparece cuando me quite el disfraz”.

Bolero no, no hubo pero ¡que majestuoso espectáculo de luz y de sonido! Me gustó tanto que luego de subirnos al carro y pagarle al “guachi” los dos mil del cuido del carro, abrimos uno de los discos y seguimos cantando hasta que llegamos a la casa… a las dos de la mañana.